martes, 17 de julio de 2007

VISITAMOS SU COMUNIDAD DE ORIGEN

Descendientes de Ceferino quieren sus restos de regreso


Llegamos al paraje donde vive el último lonko de la dinastía Namuncurá. El anuncio de la beatificación alimentó las ansias de la comunidad que, desde hace dos años, construye un santuario en medio del campo, con forma de kultrun. Si logran que los restos de Ceferino descansen allí, el sitio se transformará en un centro turístico-religioso. Celestino Namuncurá es el jefe de una comunidad de 66 familias desperdigadas en el paraje.


Por Rodolfo CHAVEZ* / Miércoles 18 de Julio de 2007


- Mario Namuncura. Hijo del Lonko de la comunidad. Foto de Río Negro.


(+) Ceferino, un santo regalo I En noviembre será beatificado Ceferino


San Ignacio está a 60 kilómetros de Junín de los Andes. Es un asentamiento disperso, laberíntico, lleno de curvas y pendientes.


En todo Junín de los Andes y en las casitas de San Ignacio las imágenes de Ceferino suman muchas más que la de todos los políticos.


SAN IGNACIO / El último lonko de la dinastía Namuncurá reposa junto al fuego. El frío de veinte bajo cero ha hecho mella en su salud hasta aquí de hierro y un problema en la vista lo mantiene inquieto.
A los 78, el jefe de la comunidad mapuche de San Ignacio cabalga, señala y piala como en sus años mozos. Pero este invierno, duro como una roca, lo punzó con algunos achaques. El hombre de cara gringa es uno de los pocos sobrinos vivos del flamante beato Ceferino Namuncurá. Su papá Aníbal y su mamá Josefina Melo andaban con dudas sobre qué nombre ponerle, pero todo se despejó cuando el bebé abrió los ojos: lo llamaron Celestino.

"Mi madre era argentina, hija de chilenos que anduvieron medio entreverados y mi papá fue uno de hijos menores de Manuel Namuncurá, por eso nosotros salimos así, también medio entreverados", describe su ADN el hombre que manda en una comunidad que aglutina a 66 familias. Se trata de la comunidad que desciende del lonko Manuel, el padre del beato Ceferino que aquí -desde hace tiempo- ya es santo con todas las letras.

Fuimos hasta el último reducto de los descendientes de Ceferino Namuncurá, justo una semana después de que el Papa Benedicto XVI lo declarara beato de la Iglesia Católica. La decisión papal iluminó a buena parte de la comunidad autóctona, partida hoy por el frío polar que ha congelado hasta los arroyos más vigorosos. De hecho, hay algunas familias, como la de José Namuncurá, prácticamente aisladas por la nieve, detrás de los cerros más altos.

San Ignacio está a 60 kilómetros de Junín de los Andes. Es un asentamiento disperso, laberíntico, lleno de curvas y pendientes que -por estos días- acumulan una patinosa mezcla de barro, hielo y nieve. No intente ingresar con auto. Apenas a unos metros de la ruta 40 está la primera muestra de devoción: una pequeña construcción derruida tiene de piso la cera que chorrearon las velas de los muchos paisanos de tierra adentro. Hay aquí una creencia muy fuerte en el beato mapuche, dueño de buena parte de las plegarias y padre de todos los milagros.

"Nunca te falla, si le tenés fe, te cumple con los milagros, el que sea; hay que tener fe en Dios y en Ceferino y te cumplen", asegura Cirilo Namuncurá, de 38 años. Es que para la comunidad que lleva la sangre de Ceferino, Nguenechen (el todopoderoso mapuche) tiene pelo largo, barba y murió clavado en la cruz. "Es el mismo Dios el que tenemos, nguenechen es Dios", confirma Cirilo, hijo de Celestino, y uno de los hombres que trabaja en la construcción del Santuario de madera donde esperan darle descanso final al santo mapuche y también aguardan muchas visitas de peregrinos creyentes.

El anuncio de la beatificación alimentó las ansias de la comunidad que, desde hace dos años, construye un santuario en medio del campo, con forma de kultrun (pequeño tambor achatado) y al pie de un cerro que, obvio, se llama Ceferino. Los restos del primer beato aborigen de nuestro país se enterraron en Roma en 1905 y fueron traídos a la Argentina a fines del siglo pasado y depositados para su descanso final en Fortín Mercedes, cerca de Pedro Luro, en la provincia de Buenos Aires.

"Tiene que estar con su gente"

Para Celestino no hay dudas: "Los huesitos del santo tienen que estar con su gente. Nosotros somos su familia", dice y se prende al mate que le ceba su esposa Nolfa Rivas. Ella y Celestino le dieron 13 hijos a la comunidad mapuche. Pocos, si se cuentan los 24 o 30 que parieron las 14 esposas de Manuel Namuncurá. "Estamos muy contentos de que lo han declarado santo a Ceferino... Lo escuchamos por la radio pero todavía no lo he hablado con los curitas, pero ha de ser algo que han decidido entre ellos. Ah... ¿fue el Papa?, no he hablado con el padre (Antonio) Mateos, pero está bien que hayan cumplido", afirma Celestino. El jefe mapuche no está muy conforme con que la beatificación se haga en Chimpay, el lugar donde nació el Lirio de la Patagonia, el 26 de agosto de 1886.

"Dicen que nació ahí pero para mí nació del otro lado del río. Mi abuelo tenía los toldos del lado de enfrente adonde está el parque, pero ,bueno, si quieren hacer la ceremonia ahí, que la hagan", agrega el lonko.

En todo Junín de los Andes y en las casitas de San Ignacio las imágenes de Ceferino suman muchas más que la de todos los políticos y de hecho el Lirio de la Patagonia tiene un permanente espacio en los medios de comunicación. Los viernes, el padre Antonio Mateos tiene un programa en el que habla sobre el beato y sus milagros. En la última emisión hubo mucho para decir. Ese día prometió que se harán todos los esfuerzos para que la obra se inaugure antes de fin de año, de manera previa a la beatificación que se hará en noviembre.

"Va a venir mucha gente, el santuario se está haciendo, nos ha ayudado la provincia y también algunos fieles. Algunos hablan de hacer hoteles y parques y qué sé yo cuánta cosa... creo que esto puede traer algún bienestar a la comunidad, vender algún animal, alguna artesanía", se ilusiona Celestino. Para el lonko la creencia es un cuestión central y se enoja con algunas actitudes que parten desde otros credos. "Mire, señor, uno respeta a todos, pero acá hay gente que divide, vienen y dicen que las rogativas nuestras son brujerías y tampoco quieren las misas, a los curas y nada. Acá somos católicos y nuestro santo es Ceferino ¿Dónde tienen que estar sus restos? Con su gente, con su familia, que somos nosotros", dice Celestino y ya no sonríe.

Tras la conquista

Tras rendirse, diezmado por avance militar y por las carabinas a repetición (protagonistas centrales de la campaña contra los pueblos originarios), el histórico guerrero Manuel Namuncurá tuvo que dejar las tierras que le había prometido en la zona de Chimpay junto al río Negro pues nunca le dieron los títulos de propiedad. La oferta fueron campos en la cordillera de Neuquén y hasta allí llegaron los Namuncurá, con un cacique casado por Iglesia y vestido de uniforme del Ejército argentino.

"La abuelita Rosario Burgos también estuvo acá, porque a pesar de que Manuel Namuncurá tenía otras mujeres ella seguía siendo su esposa y cuando la comunidad estuvo asentada ella se vino para acá", relata Celestino. Sobre el hogar hay una impresionante colección de fotos, estampitas y hasta una escultura de Ceferino. Sin embargo, confiesa su simpatía por el Diablo. Atesora un póster de Independiente de Avellaneda remachado sobre la pared de adobe. En la puerta de San Ignacio, a un costado de la Ruta 40, Margarita Probatto desconfía de que al fin se concrete el traslado de los restos de Ceferino. Margarita es una señora grande, una italiana divina, rezongona y amable que atiende un almacén de ramos generales que se conserva intacto, como hace 50 años.

"Acá se filmó la película 'El aura', con Ricardo Darín", advierte seduciendo desde atrás del mostrador: "más vale que cuando pases por acá me pases a saludar", le dice al reportero gráfico y ofrece sin inconvenientes un lugar para que el auto de los periodistas. Cuando se le explica que los obispos de Río Negro y Neuquén están de acuerdo Margarita dice que hay que ver para creer y enseguida pasa a relatar cuál es el linaje de los Namuncurá. Y llama a Cipriano, un agente sanitario emparentado con el beato. "Esperemos que venga el Ceferino y que hagan el aeropuerto acá", se ilusionó la mujer. El exterior despintado de su almacén está tal cual como se lo vio en la película, sin el cartel que decía "El Edén".

El santuario con forma de kultrun está entre los cerros, a pocos metros de una explanada de pasturas generosas donde corren los yeguarizos de Celestino Namuncurá y las vacas cumplen con la ceremonia del engorde en invierno o verano. La obra del santuario -diseñada por el arquitecto Alejandro Santana- es de madera, se hizo sobre un recorte de cerro y tiene un diámetro de unos veinte metros, con el techo inclinado en unos 20 grados, sobre cual duerme el sol de la tarde. Y aunque asemeja un círculo se trata de una figura de 13 caras, con grandes ventanales de vidrio repartido.

Una manguera trae agua purísima de una vertiente que se trasladó mediante un canal que Cirilo abrió con un tractor. Todo el escenario será iluminado con reflectores que no sufrirán la crisis energética. Es que se instalarán paneles solares que garantizarán la alimentación hasta que llegue la tantas veces prometida iluminación rural. No hay electricidad en San Ignacio y todo parece indicar que Ceferino deberá hacer de las suyas para que el deseo se concrete.

La misión del padre Mateos

El padre salesiano Antonio Mateos ha sido uno de los motores del santuario que se construye en San Ignacio y también uno de los gestores del Vía Christi que ha impuesto el turismo religioso en Junín de los Andes. No hay sorpresas para el cura: "Todos sabíamos que la beatificación era un hecho, es más: en 1992 casi se concreta pero ha llegado y estamos muy contentos", le dijo a este diario.

Mateos se ha ganado el respeto en el sur de la provincia de Neuquén. Nació en Salamanca (España) hace 78 años pero lleva 37 en Junín de los Andes y el área que abraza a esa localidad. "Mañana me voy para Rucachoroi, hace cuatro semanas que no puedo entrar, pero esta vez sé que voy a llegar", dice el padre Mateos al aire por la radio FM 104.5 de Junín de los Andes. El cura, que anda en una camioneta Saveiro, llega a los lugares más inhóspitos, nieve, llueva o truene. Y alguna vez hasta tuvo que mentir para poder ir hasta donde los necesitaban: lo estaban requiriendo en Zaina Yegua y la ruta estaba intransitable, con custodia policial.

El uniformado le dijo no, no y no hasta que al fin mandó al cura a hablar con el jefe de policía. "Me fui, di unas vueltas y al fin le dije que ya había hablado con el jefe", contó el viernes al aire para toda la comunidad juninense. Lo que no explicó fue con qué jefe que habló. Igual tuvo que confesarse apenas llegó a donde lo necesitaban con urgencia. Dice que antes todo le era más fácil pues se movía en una Land Rover y no tenía artrosis. "Cambiar la rueda de una Land Rover no es lo mismo que cambiar la de una Saveiro, por eso no me la dejan usar", cuenta. "El curita se ha pasado mucho de frío, por eso tiene ese problema en los huesos", razona el lonko Celestino. Han compartido las rogativas en tierra mapuche. Y con ellos ha estado, otra enorme figura de la Iglesia neuquina, Jaime de Nevares / Azkintuwe

* Gentileza www.rionegro.com.ar




Kolectivo We Newen

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