Familiares de soldados recorrieron trágica senda de Antuco |
Casi un centenar de madres, padres, familiares y amigos recorrieron a pie los 24 kilómetros entre Los Barros y La Cortina, en recuerdo de la fatídica marcha del 18 de mayo de 2005. Las madres llegaron a pie a los monolitos que indican los lugares exactos donde murieron sus hijos. Nadie ha superado la muerte de los 44 soldados, entre ellos tres jóvenes mapuches. |
Por Carolina ABELLO* / Domingo 1 de Abril de 2007 |
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ANTUCO / “¡Por favor, déjenme quedarme un poco más con mi hermano!”, suplicaba Delina Díaz Cerna, hermana del soldado Pedro de Dios Díaz Cerna, uno de los 45 militares muertos en la tragedia de Antuco, el 18 de mayo de 2005. La joven, que no cesó de llorar en el monolito que indicaba el lugar justo donde murió su hermano, fue una del centenar de familiares de los soldados que ayer recorrieron, a pie, los 24 kilómetros que unen el refugio Los Barros hasta el refugio La Cortina, la misma fatídicamarcha que acabó con la vida de los conscriptos y de un suboficial.
Pero, obviamente, no fue lo mismo. Un sol radiante cubría la precordillera de Antuco y sólo el viento recordaba a madres, padres, hermanos, familiares y amigos, la presencia de sus hijos. “Ellos están con nosotros, y nos dan fuerzas para llegar al final”, repetían muchos durante el camino. Uno de ellos fue Guillermo Foncea Gallardo, padre del soldado Guillermo Foncea Sandoval, conocido como “Wuillo”. Con el pañuelo de scout de su hijo, caminaba sin cesar el trayecto, ahora sin nieve.
“Estos dos años han sido horribles, no hay respuesta no hay justicia. Uno pide que los responsables asuman su culpa. Ocho kilómetros más abajo cayó mi hijo y aún no hay justicia!”, clamó marchando bajo el sol.
Para todos, contó, lo más fuerte fue cruzar el estero El Volcán, ubicado a un kilómetro de Los Barros. Allí, todos los soldados se mojaron hasta la cintura y ni esa situación hizo que los oficiales a cargo ordenaran que se devolvieran al recinto.
“Todos nos mojamos los pies y sentimos el frío de esa agua. El día está maravilloso. Imagínense lo que fue eso ese día, cuando hubo 18 grados bajo cero. ¡Cómo habrá sufrido mi hijo!”, dijo Foncea, frase que repitieron varias madres por el camino, y que no podían contener el llanto cuando lograban llegar hasta los monolitos de sus soldados. “Mi hijo era de los más altos y era uno de los que venía con raquetas en los pies, aplanando la nieve para que sus compañeros fueran siguiendo la huella.
Por eso su esfuerzo fue mayor, y por eso fue uno de los primeros en caer”, contó Margarita Herrera Freire, madre del soldado Ricardo Seguel Herrera, quien hizo el servicio militar para seguir la carrera. El fue uno de los cinco soldados que murió en un improvisado refugio de nieve, a 12 kilómetros de Los Barros. “Allí sentimos la presencia de nuestros hijos, los espíritus de los niños están allí, y nos cuidan y nos protegen”, dijo.
“¡Por favor, no los olviden!”
Pese a la emoción, los participantes en la marcha no cesaron de pedir justicia, pues aún no están falladas las condenas de los militares. “Todo está tan pacífico, nadie hace nada. Queremos que esto no se olvide, porque eran niños chicos, nuestros hijos, chilenos, que merecen que su país los tome en cuenta”, fustigó Margarita Herrera. Sentada en una roca, Aída Erices Gavilán (52) recordaba a su hijo Víctor Aqueveque Erices. Ya había caminado 3 kilómetros y no podía sacarse de la cabeza la angustia que debió haber sentido su hijo sabiendo que iba a morir. “Yo quiero que vayan todos presos, porque si uno hubiese ordenado que se quedaran en el refugio, nada habría pasado”.
La vocera de la agrupación de familiares de los militares fallecidos, Angélica Monares Castillo, caminó los 24 kilómetros de la marcha sin desfallecer y animó a los que ya decaían. Hermana del suboficial Luis Monares Castillo, el único militar de planta caído en la tragedia. Cuando llegó al monolito de su hermano, encontró un gorro que decía “Arica: cabo segundo Vega, regimiento Huamachuco”. “De todas partes vienen a verlos”, fue el comentario del grupo.
Angélica insiste en que aquí no se ha hecho justicia. “En mayo se cumplirán dos años, y no ha pasado nada. Ahora se rechazaron todos los recursos de apelación en la Corte Marcial, o sea todas las sentencias van a quedar igual. Esto, se supone, conmovió a todo Chile y dio la vuelta al mundo.
“Por eso hicimos esta marcha, para llamar la atención de la justicia. Si es necesario vamos a recurrir a la Corte Suprema o llevar el caso a tribunales internacionales porque esto no puede quedar así”. Y es que, para ella, todavía hay dudas en la investigación. No entiende por qué, si habían tenidas de invierno en el regimiento, no las usaron porque no alcanzaban para todos “y estéticamente no se veía bien, y el oficial encargado del abastecimiento jamás fue procesado”. Personalmente, caminó, porque necesitaba sentir lo que había sentido su hermano, “aunque nunca será lo mismo”.
Cinco horas, pero bajo el sol
Cinco horas demoraron los familiares en cubrir el trayecto entre Los Barros y La Cortina.
Fueron llevados en buses y contaron con apoyo de paramédicos, en caso de que alguien lo necesitara. Cuando alguna de las madres se cansaba, subía a alguno de los vehículos que escoltaba la marcha y luego seguía caminando. Así llegó Dorisa Cerna Conejeros al monolito de su hijo Pedro Díaz Cerna, a quien le faltaron sólo 8 kilómetros para llegar a La Cortina. Allí, rompió en llanto. “Ahora sé cuánto fue el sacrificio de él, no pudo llegar más abajo, lo único que queremos es que haya justicia y que paguen los culpables, porque como somos personas humildes no nos han tomado en cuenta. Murieron 45 y sólo a uno le dieron cinco años de pena. ¡Es una burla!”, clamó.
“Este sacrificio es por ellos, porque nunca pensamos que cuando se fueron al servicio, iban a morir. Queremos que todos los culpables vayan presos, porque eso sería justicia”, dijo Enrique Gacitúa Sobarzo, padre de Guillermo Gacitúa Quezada. “El quiso hacer el servicio militar, porque le gustaba, y yo no se lo impedí. Por lo menos me queda la tranquilidad de que el murió haciendo lo que a él le gustaba”. “Es agotador el camino, duelen las piernas. Este dolor nunca va a terminar”, dijo la madre de Esteban Díaz Valderrama, Rosina Valderrama Rebolledo (41).
Dos días después de la tragedia, el comandante en jefe del Ejército de ese entonces, Juan Emilio Cheyre Espinosa, descabezó el mando del regimiento de Los Angeles y dio de baja al coronel Roberto Mercado, al comandante Luis Pineda y al mayor Patricio Cereceda. La investigación quedó en manos del ministro en visita Juan Arab Nesrallah, quien condenó a cinco años y un día de presidio efectivo al ex mayor Cereceda, como responsable del cuasidelito de homicidio reiterado e incumplimiento de deberes militares por la muerte de los 45 soldados.
Además condenó a tres años de pena remitida al ex coronel Roberto Mercado por incumplimiento de deberes militares y a 541 días al comandante, Luis Pineda, por el mismo cargo. Los capitanes Claudio Gutiérrez y Carlos Olivares recibieron 800 días de pena. Arab absolvió al suboficial Carlos Grandón y al sargento Abelino Tolosa. El 27 del noviembre de 2006, la Corte Marcial ratificó la condena y el jueves pasado la fiscal Mónica Maldonado recomendó a la Corte Suprema mantener las condenas. La causa podría verse en abril / Azkintuwe
* Gentileza www.elsur.cl
Kolectivo We Newen
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